Ayer por la noche no dormía, me inquietaba la posibilidad de tener que dejar el teatro; pero después de reunirme con mi plantilla de actores y decoradores me he vuelto a animar.
Tras los atentados yihadistas de París me intereso por el tema e inicio un nuevo blog. Procuro entender las razones de los terroristas para cometer esos atentados
Creo un nuevo blog dedicado a todas las nuevas músicas que voy escuchando y descubriendo.
He empezado a usar y a crear playlist en Spotify. Me gustaría suscribirme por cinco euros para evitar los sobresaltos de la publicidad
Diario
jueves, 19 de noviembre de 2015
domingo, 11 de octubre de 2015
Sábado, 10 de octubre de 2015, primer aniversario de boda
Chispeaba, decían que venía un huracán, bueno, los restos de un huracán
¡qué emocionante! Hoy tenía que ir a recoger la bici, que dejé hace dos
semanas en el taller para que le cambiaran todos los piñones, plato,
cadena, porque estaban ya muy gastados tras varios miles de kilómetros,
que aunque parezca mentira se hacen en bicicleta, si bien, al menos en
mi caso, tras varios años de pedaleo de fin de semana.
Estábamos de aniversario Elena y yo así que elegimos en esta ocasión un restaurante al que hacia tiempo deseaba ir: El Jardín del Califa en Vejer. Es un bonito restaurante, muy laberíntico y decorado, con patios y salones variopintos, pero no nos convenció: creemos que había demasiada gente, quizá no elegimos los platos adecuados, y me pregunto para qué escribo esto, si no me gustó lo que escriba sobre el lugar me va a salir mal: tal vez esperaba más, o quizá menos: un lugar más recogido o recóndito y más auténtico. Olía a aluzema, y ese perfume está siempre bien, y relaja los nervios; el lugar, Vejer, pueblo blanco y muy recién encalado, está bien, la Plaza de España estaba animada, con varias terrazas alrededor de la fuente muy animadas. Las nubes y el sol luchaban entre sí.
Tras la comida nos fuimos a tomar a la tetería del mismo restaurante un te marroquí que era agua caliente por la cual me cobraron dos euros y medio. Dos euros y medio por tomar agua caliente, y además de música de fondo los Rolling ¿por qué les ha dado ahora por los Rolling a los bármanes? Últimamente los escucho mucho en este tipo de sitios. En una tetería donde sirven te marroquí, aunque tenga poco de te y de hierba buena, uno se espera un ambiente moruno, que una misteriosa bailarina aparezca y te enseñe el moreno ombligo en una pasmosa danza del vientre; pero nada: solo un balcón que da a las bonitas terrazas de Vejer. Ni siquiera sonaba una agradable música a tono con el ambiente: una música que tenga reminiscencias árabes, nada. Por eso creo que me quedé disgustado. Me quedé pensando que Vejer es un pueblo sin misterio, no emana de él esa energía que esperamos se apodere de nosotros y nos inspire bellas palabras de amor y sanas intenciones para el porvenir. Lejos de eso me dejaron frío, indiferente, y por eso este texto debe de estar destilando amargura y pesimismo, y para remediarlo voy a poner una canción árabe, que eran las canciones que yo escuchaba en mi mas tierna infancia: las canciones de Fairuz,
canciones con las que uno espera que de pronto suba el imán al minarete y nos acompañe en una oración.
Pero como no la pude escuchar allí, la escucho ahora aquí. Toda nuestra fantasía, las canciones que hemos mamado y que han inspirado nuestras mágicas ensoñaciones están aquí dentro (me señalo a la cabeza y luego al corazón).
Y ahora estoy aquí, esperando que llueva, que descargue esa tormenta tropical que no llega.
Estábamos de aniversario Elena y yo así que elegimos en esta ocasión un restaurante al que hacia tiempo deseaba ir: El Jardín del Califa en Vejer. Es un bonito restaurante, muy laberíntico y decorado, con patios y salones variopintos, pero no nos convenció: creemos que había demasiada gente, quizá no elegimos los platos adecuados, y me pregunto para qué escribo esto, si no me gustó lo que escriba sobre el lugar me va a salir mal: tal vez esperaba más, o quizá menos: un lugar más recogido o recóndito y más auténtico. Olía a aluzema, y ese perfume está siempre bien, y relaja los nervios; el lugar, Vejer, pueblo blanco y muy recién encalado, está bien, la Plaza de España estaba animada, con varias terrazas alrededor de la fuente muy animadas. Las nubes y el sol luchaban entre sí.
Tras la comida nos fuimos a tomar a la tetería del mismo restaurante un te marroquí que era agua caliente por la cual me cobraron dos euros y medio. Dos euros y medio por tomar agua caliente, y además de música de fondo los Rolling ¿por qué les ha dado ahora por los Rolling a los bármanes? Últimamente los escucho mucho en este tipo de sitios. En una tetería donde sirven te marroquí, aunque tenga poco de te y de hierba buena, uno se espera un ambiente moruno, que una misteriosa bailarina aparezca y te enseñe el moreno ombligo en una pasmosa danza del vientre; pero nada: solo un balcón que da a las bonitas terrazas de Vejer. Ni siquiera sonaba una agradable música a tono con el ambiente: una música que tenga reminiscencias árabes, nada. Por eso creo que me quedé disgustado. Me quedé pensando que Vejer es un pueblo sin misterio, no emana de él esa energía que esperamos se apodere de nosotros y nos inspire bellas palabras de amor y sanas intenciones para el porvenir. Lejos de eso me dejaron frío, indiferente, y por eso este texto debe de estar destilando amargura y pesimismo, y para remediarlo voy a poner una canción árabe, que eran las canciones que yo escuchaba en mi mas tierna infancia: las canciones de Fairuz,
canciones con las que uno espera que de pronto suba el imán al minarete y nos acompañe en una oración.
Pero como no la pude escuchar allí, la escucho ahora aquí. Toda nuestra fantasía, las canciones que hemos mamado y que han inspirado nuestras mágicas ensoñaciones están aquí dentro (me señalo a la cabeza y luego al corazón).
Y ahora estoy aquí, esperando que llueva, que descargue esa tormenta tropical que no llega.
martes, 14 de julio de 2015
Reencuentro
El pasado viernes 10 de julio falleció mamá.
Hacía tiempo que no escribía, he tomado unos días de descanso en el trabajo para arreglar todos los asuntos familiares.
Y de nuevo me reencuentro este blog que tenía abandonado
Hacía tiempo que no escribía, he tomado unos días de descanso en el trabajo para arreglar todos los asuntos familiares.
Y de nuevo me reencuentro este blog que tenía abandonado
domingo, 12 de enero de 2014
2014
Domingo 12 de enero
Me levanto sobre las nueve, prosigo la lectura de El Tiempo entre costuras (Ver blog Lecturas)Leo los comentarios sobre la Trilogía del siglo de Ken Follet, novelas en las que pienso embarcarme tras la lectura de la primera mencionada.
jueves, 9 de enero de 2014
Diario: 1955 a...
18 de enero de 1955. La Glorieta Ingeniero La Cierva
La casa donde nací no tenía una hamburguesería
en la casa vecina, como ahora tiene. Estaba situada al lado de una famosa
cervecería española donde vendían cerveza Cruz Blanca y asaban sardinas que
llenaban la casa de olor a sardinas. Aunque yo no lo sentía mi madre sí. Ahora,
la casa, si estuviera, olería a hamburguesas con ketchup, mostaza y cebolla. Y
no sería ya lo mismo, sería un olor distinto, y por eso ya no vivo allí. Por
eso me fui a vivir al campo. La casa donde nací estaba situada en la Glorieta Ingeniero
La Cierva. Cuando
yo nací aquello eran todavía campos, solares, mar y playa, y el barrio vecino
era Vista Hermosa, un poco tirando hacia el Centro. Y se llamaba Vista Hermosa
porque la vista que había desde allí y tirando hacia las afueras, era hermosa.
La ciudad terminaba allí. Más lejos, incluida la glorieta en que nací, sólo
había campillos, juncos, una laguna, arena... Un viejo recuerda que se sentaba
allí, a las puertas de la cervecería, en la glorieta, y miraba hacia los
confines de nuestra ciudad, hacia el Castillo de Cortadura, que era ya lo
último antes de enfilar la carretera hacia San Fernando, al final de la Bahía ; pero entre Cortadura
y nuestra Glorieta había todavía varios kilómetros de bosque y playa virgen, y
era como mirar un mundo salvaje, deshabitado. Y yo me sentaba junto a aquel
viejo -del cual ya sólo queda su silla de esparto- y él me contaba cosas de los
arenales:
- En mi tiempo -decía- los arenales llegaban
hasta las Puertas de Tierra; en mis tiempos había árboles hasta las murallas.
En mis tiempos no había estos edificios tan altos (se refería a nuestra casa,
que tenía tres pisos y azotea).
Luego vinieron los autobuses,
que empezaron a parar en la glorieta, al principio sin anuncios: eran autobuses
de color verde campo. Luego fueron construyendo chalets, y conforme los chalets
crecían, descendía el número de árboles, y al final sólo quedaron juncos y
algunas retamas, que, con el tiempo, también desaparecieron. Al principio esto
no importaba, porque los chalets eran bonitos y los había de distintos tipos y
colores, aunque, en su mayoría, blancos, y tanto a Juan Carlos como a mí nos
gustaba visitarlos y vigilar a sus vecinos y a las niñas de los vecinos.
Había incluso, en la Glorieta , una laguna, a
la que yo iba con Juan Carlos a jugar. Allí nos tirábamos al agua y nadábamos y luego nos poníamos a secar entre las ramas de los árboles y nos escpndíamso y espiábamso a las chicas, cuando empezaron a gustarnos.
Pero aquello ya pasó. De aquel paisaje no
quedan más que edificios altos con alguna ventana que da a la playa que ha
perdido su arena. Donde antes había mucha arena que movía el viento de levante
y no se podía estar allí cuando éste apretaba, ahora sólo quedan rocas desnudas
con algas resbalosas, que también están bien, pero que ya no son lo mismo.
Antes también había rocas, lejanas rocas
negras, allá por Cortadura, y castillos, y dunas por las que nos revolcábamos
cuando íbamos de excursión.
6 de abril de 1966. Miércoles Santo
Comienzo de las
Vacaciones de Semana Santa. Conozco a Paloma y a Elena, vecinas que viven en el
mismo edificio de Juan Carlos, la primera arriba, la segunda abajo. Inicio este
diario en la cama, por la noche.
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